Tomás y sus juguetes reciclados

Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado Tomás. Tomás no tenía muchos juguetes como los demás niños, pero eso no le preocupaba. Él siempre encontraba algo en su casa para crear sus propios juguetes. Un trozo de cartón, una tapa de botella, una cuerda vieja… ¡Todo podía convertirse en algo increíble!

Un día, mientras jugaba con una caja de cartón vacía, algo muy extraño ocurrió. La caja comenzó a brillar suavemente. Tomás, curioso, miró dentro. ¡Para su sorpresa, la caja se convirtió en un barco! No un barco cualquiera, sino uno que podía flotar en el aire. Tomás subió al barco y comenzó a volar por el cielo, con el viento acariciando su rostro.

“¡Esto es mágico!” exclamó Tomás, mientras su barco volaba sobre los árboles y las casas. Pero, de repente, el barco comenzó a bajar, y Tomás aterrizó suavemente en el jardín de su casa.

Decidió entonces que quería ver si podía hacer algo más. Recogió una vieja botella de plástico y, con un poco de cinta y cuerda, creó una cuerda que se estiraba tan largo como un río. ¡Podía saltar de un lado al otro con facilidad! Cada juguete que Tomás creaba tenía una magia especial, y cada uno le ofrecía nuevas aventuras.

Un día, Tomás decidió hacer algo aún más grande. Reunió muchas cosas recicladas: una tapa de metal, una rueda rota y algunas ramas secas. Después de mucho esfuerzo, construyó un enorme dragón de cartón. Cuando terminó, el dragón cobró vida. Sus ojos brillaban como dos faros, y su cola se movía de un lado a otro como un río en movimiento.

“¡Vamos, dragón!” gritó Tomás, subiendo a su espalda.

El dragón voló alto, muy alto, cruzando montañas y valles. Juntos, Tomás y el dragón viajaron por lugares que nunca había imaginado, y Tomás descubrió un mundo lleno de maravillas naturales: bosques llenos de flores brillantes, ríos que cantaban y montañas que susurraban al viento.

Pero, mientras volaban, Tomás notó algo que lo hizo pensar. En el suelo, vio muchas bolsas de plástico flotando en el aire, hojas secas cubriendo los caminos y árboles que parecían tristes. “¿Qué está pasando aquí?” se preguntó Tomás.

El dragón, como si pudiera leer sus pensamientos, le explicó: “Todo esto está pasando porque las personas no cuidan la naturaleza. El plástico y la basura están dañando a los árboles, a los animales y al aire. Si no cuidamos nuestro mundo, perderemos la magia que tiene.”

Tomás se sintió triste al escuchar eso, pero también decidió que podía hacer algo. Cuando volvió a su casa, reunió a todos los niños del pueblo y les mostró cómo podían hacer juguetes con cosas recicladas, tal como él lo hacía. Les explicó que, al reciclar, ayudaban a cuidar la naturaleza y a mantenerla sana.

“Si todos reciclamos, nuestro mundo será más limpio y lleno de magia”, les dijo con una sonrisa.

A partir de ese día, los niños del pueblo comenzaron a reciclar y a hacer sus propios juguetes, y poco a poco, el pueblo se volvió más limpio y lleno de vida. Los árboles crecieron más fuertes, los ríos fluían más transparentes y los animales volvieron a sentirse felices.

Peques:

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