En lo más alto de un árbol frondoso en la selva brillante vivía Simón, un oso perezoso de pelaje suave y ojos soñadores. Simón era famoso por hacer todo con calma: comía despacio, se movía despacio, y hasta pensaba despacio.
Los otros animales a veces se reían de él.
—¡Vamos, Simón! —gritaba la ardilla Lucía—. ¡Tardas una eternidad en bajar una rama!
—¡Te va a crecer musgo en los pies! —bromeaba el tucán Ernesto.
Pero a Simón no le importaba. Él siempre decía:
—“Las cosas bien hechas, necesitan su tiempo.”
Un día, en la selva, se organizó el Gran Concurso de Nidos. Todos los animales tenían que construir un nido, casa o guarida para mostrar su habilidad y creatividad. El premio: una cesta llena de frutas dulces y jugosas. ¡Una delicia!
Lucía, que era rapidísima, dijo:
—¡Terminaré mi nido en menos de una hora!
Ernesto voló en círculos, orgulloso:
—¡El mío tendrá colores brillantes y ramas de bambú!
Todos comenzaron a trabajar… menos Simón.
Simón miró su árbol, se rascó la cabeza lentamente y dijo:
—Primero, buscaré las ramas más fuertes… con calma. Luego buscaré hojas suaves… sin apuro.
Y así, mientras los demás corrían de un lado a otro, Simón se movía con suavidad, eligiendo una rama a la vez, asegurándose de que encajara perfectamente.
—¡Vas a quedarte sin ramas! —se burló Lucía.
—¡El concurso termina mañana! —le recordó el tucán.
Pero Simón seguía a su ritmo, tarareando una melodía suave mientras tejía su nido con paciencia.
Cuando llegó el gran día, los jueces —un búho sabio, una mariposa artista y un mono bromista— comenzaron a evaluar.
Primero vieron el nido de Lucía:
—¡Está lindo! —dijo el búho—, pero se cae un poco por un lado.
—Lo hice rapidísimo —dijo Lucía, algo avergonzada.
Luego miraron el de Ernesto:
—¡Qué colorido! —dijo la mariposa—. Pero las ramas no están bien sujetas.
—Tenía prisa por decorar —respondió Ernesto.
Finalmente, llegaron al árbol de Simón. Tuvieron que trepar despacio, porque el nido estaba muy arriba.
Y cuando lo vieron… ¡todos quedaron en silencio!
El nido de Simón estaba hecho con ramas fuertes entrelazadas con flores secas. Tenía hojas acolchonadas por dentro y hasta una pequeña ventana por donde entraba la luz del sol. Todo estaba limpio, seguro, y hermoso.
—¡Este nido es perfecto! —exclamó el búho.
—¡Y huele a jazmín! —dijo la mariposa.
—¡Y no se tambalea ni un poquito! —saltó el mono.
Simón sonrió despacito.
—Lo hice con mucho cariño… y sin correr.
Los jueces le dieron el primer premio. Todos aplaudieron, incluso Lucía y Ernesto, que aprendieron algo muy importante ese día.
Desde entonces, cuando alguien en la selva tenía que hacer algo importante, ya no decía:
¡Lo haré rápido!
Sino:
Lo haré como Simón: 𝙘𝙤𝙣 𝙖𝙩𝙚𝙣𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙮 𝙘𝙖𝙧𝙞𝙣̃𝙤.
 Peque…
 Peque…
 ¿Qué cosas haces tú con mucha calma, como Simón?
 ¿Qué cosas haces tú con mucha calma, como Simón?
 ¿Te ha pasado alguna vez que por hacer algo rápido… no salió tan bien?
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