Los Guardianes del Faro de Albir

La luna brillaba intensamente en el cielo nocturno, reflejando su luz plateada sobre el mar Mediterráneo. Lucas y Martina se sentaron en la arena dorada de la playa de El Albir. Observaban el horizonte con ojos curiosos, preguntándose qué historias guardaba aquel faro que se alzaba en el acantilado cercano.

«¡Mira, Martina!», exclamó Lucas, señalando el faro. «Se dice que allí vivió una persona encargada de encender y apagar la luz para guiar a los barcos durante la noche. ¿Deberíamos explorarlo?»

Los ojos de Martina brillaron. «¡Claro! Siempre he querido saber más sobre las historias de este lugar. He escuchado que la vida del farero era muy especial.»

Lucas sonrió, emocionado. «Vamos a descubrirlo.»

Al llegar a la base del faro, la puerta crujió. «Creeeek», resonó en el silencio. Entraron y el aire dentro era fresco y salado, como si las paredes guardaran historias del mar. Una escalera de caracol subía hacia la linterna. «¿Te imaginas cómo era la vida allí arriba?», preguntó Martina, mordisqueando su labio, llena de emoción.

Mientras subían, Lucas notó una vieja fotografía en la pared. Mostraba a una familia con niños pequeños junto al faro. «¡Mira esto! Parece que una familia vivió aquí», exclamó, señalando la imagen en blanco y negro.

«Sí, y no sólo una familia. El faro solía ser la casa de la persona encargada de velar por la seguridad de los barcos. La luz del faro era alimentada con aceite que había que traer en burro», explicó Martina, recordando lo que había leído. «Vivían aquí durante semanas, con poco contacto con el mundo exterior.»

Al llegar a la cima, sintieron el viento soplar fuerte, agitando sus cabellos. Desde allí, toda la costa de Alfaz del Pi se extendía como un lienzo azul. «¡Es hermoso!», murmuró Lucas, y su voz se perdió entre el susurro de las olas.

De repente, una figura apareció en la entrada del faro. Era un hombre de rostro amable y ojos que reflejaban las estrellas. «¿Qué hacen aquí, jóvenes exploradores?», preguntó con una sonrisa.

«Queríamos conocer más sobre la historia del faro y su guardián», respondió Martina.

El hombre asintió. «Los fareros dedicaron sus vidas a encender y apagar la luz, asegurándose de que los navegantes regresaran a casa sanos y salvos. Vivían aquí, lejos de la ciudad, atendiendo al faro y protegiendo a los barcos.»

Lucas y Martina, asombrados pero tranquilos, comprendieron la importancia de aquellos hombres y mujeres que vivieron en el faro. Habían encontrado más que una estructura; habían descubierto una parte esencial de la historia y la vida de los fareros que dedicaron su existencia a guiar a los navegantes en el mar.

«Mañana, Martina, serás mi guía», dijo Lucas, «y yo seré el narrador». «¡Perfecto!», respondió Martina, feliz de haber vivido esa aventura. Al salir del faro, la luna brillaba en el cielo, reflejando sus sueños en el mar.

Peque: Si pudieras ser un farero, ¿qué historia te gustaría contar a los viajeros que llegaran? 🌟

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