Había una vez, en una estación muy lejana, un tren llamado Tico. Tico no era como los demás trenes. A él no le gustaba quedarse en la estación esperando que los viajeros subieran. No, Tico soñaba con algo mucho más grande. ¡Él quería volar!
“¿Volverme un avión? ¡Eso sería increíble!”, pensaba cada vez que veía los pájaros cruzar el cielo.
Un día, mientras descansaba sobre los rieles, escuchó una conversación entre dos pájaros.
“¿Te has fijado en el tren Tico?”, preguntó uno de los pájaros, “siempre está mirando el cielo”.
“¡Sí!”, respondió el otro, “debería ser un avión, pero es sólo un tren. ¿Te imaginas que pudiera volar?”
Tico se quedó pensativo. ¿Por qué no? Si los pájaros podían volar, ¿por qué no él? Decidido a cumplir su sueño, Tico comenzó a investigar. Fue a la vieja biblioteca de la estación y leyó libros sobre aviones, alas y motores. Aprendió que volar no era tan sencillo, pero también entendió que nada es imposible si uno pone todo su esfuerzo.
Un día, mientras exploraba cerca de un campo de flores, Tico encontró algo brillante entre la hierba. Era un pequeño motor que parecía haber caído de algún avión. “¡Esto es perfecto!”, pensó Tico. “¡Con esto puedo comenzar mi aventura!”
Tico decidió pedir ayuda a sus amigos. Fue a ver a Elsa, la tortuga sabia, que siempre tenía buenas ideas.
“Elsa, quiero volar. ¿Puedes ayudarme?” preguntó Tico con entusiasmo.
Elsa lo miró con una sonrisa tranquila. “Volar, ¿eh? Claro que sí, pero recuerda, no siempre es necesario volar para descubrir el mundo. A veces, lo que necesitamos es simplemente ser valientes para explorar lo que tenemos cerca.”
Tico, aunque un poco confundido, decidió seguir adelante con su plan. Con la ayuda de algunos otros trenes y el motor que había encontrado, Tico comenzó a modificar su estructura. Puso alas hechas de hojas y varas, y el motor lo instaló justo en su parte trasera.
El día que Tico estaba listo para probar su invento, todos los trenes de la estación se reunieron para verlo. “¡Tico, Tico, Tico!” gritaban mientras él se preparaba.
Con un rugido fuerte y un chirrido de los rieles, Tico comenzó a moverse. “¡Allá voy!” gritó mientras avanzaba a toda velocidad. Pero cuando intentó despegar, algo extraño sucedió. En lugar de elevarse, Tico comenzó a deslizarse más rápido sobre los rieles, y de repente, ¡saltó por el aire! No volaba como un pájaro, pero sí saltaba de riel en riel, cruzando montañas y valles, sobre los ríos y los bosques. ¡Era como si estuviera volando a su manera!
A medida que avanzaba, Tico se dio cuenta de algo importante. No necesitaba ser un avión para explorar el mundo. Su verdadero poder estaba en sus ruedas y en los rieles que lo conectaban con todo lo que quería descubrir. Cada salto que daba lo acercaba más a los lugares que siempre soñó visitar.
El tren Tico viajó por todo el mundo, cruzando ciudades, montañas y paisajes hermosos. A lo largo de su viaje, hizo nuevos amigos, ayudó a los viajeros a llegar a sus destinos y, lo más importante, compartió con ellos la alegría de explorar, sin importar si volaba o no.
Al final, Tico entendió que el verdadero viaje no está en el destino, sino en el camino que recorres. Y aunque nunca voló como un pájaro, siempre tuvo la sensación de que el mundo estaba a sus pies, listo para ser descubierto.
Peques:
¿Os ha pasado alguna vez que habéis soñado con algo grande y al final descubriste que lo que teníais era aún mejor?
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