Un día, mientras paseaba por el mercado, un niño llamado Tomás vio algo muy peculiar. En una tienda antigua, llena de objetos extraños, brillaba un sombrero que parecía tener vida propia. Estaba allí, en una esquina, entre montones de bufandas y guantes olvidados. El sombrero era de un color verde intenso, con una granpluma roja en su ala.
«¿Te gustaría probarlo?», preguntó el dueño de la tienda, un hombre canoso con gafas redondas.
Tomás, curioso, asintió con una sonrisa tímida. Al ponérselo, algo extraño sucedió. El sombrero comenzó a cambiar de forma, encogiéndose y expandiéndose, adaptándose a su cabeza como si lo conociera de toda la vida.
«¿Qué es esto?», murmuró Tomás, mirando al dueño, que solo sonrió y le dijo: «Ese sombrero tiene una magia especial. Cambia según tu estado de ánimo. Cada vez que te sientas diferente, tomará una nueva forma.»
Tomás no sabía qué pensar, pero decidió llevárselo. Aquel sombrero misterioso parecía ser la llave a algo más grande, algo que él aún no entendía.
Esa misma tarde, mientras caminaba por el parque, Tomás notó que algo raro estaba sucediendo. Cuando se sentó en un banco y pensó en su mejor amigo, el sombrero se transformó en un pequeño gorro de astronauta. «¡Guau! ¡Estoy listo para ir al espacio!», exclamó Tomás, riendo.
De repente, el sombrero se transformó nuevamente, esta vez en un sombrero de pirata, con una gran pluma y una calavera dibujada. Tomás se levantó de un salto, sintiendo que su corazón latía más rápido. «¡Aventuras en el mar!», gritó. Y, en ese momento, un fuerte viento lo levantó, llevándolo a un lugar lejano.
Volando por el aire, Tomás aterrizó en una isla desierta. El sombrero, como si supiera exactamente lo que debía hacer, cambió otra vez, transformándose en un sombrero de explorador, con una brújula en la parte superior.
«¿Qué debo hacer ahora?», pensó Tomás, mirando alrededor. La isla estaba llena de misterios: árboles que susurraban, piedras que brillaban y un pequeño sendero que parecía llevar a un templo antiguo.
«¿Quién eres tú?», preguntó Tomás en voz alta, pero no hubo respuesta. Sólo el sonido del viento.
Tomás siguió el sendero, con el sombrero guiándolo. Cada vez que se sentía inseguro, el sombrero cambiaba, transformándose en una capa de superhéroe o en un casco de científico. De alguna manera, el sombrero sabía lo que Tomás necesitaba para seguir adelante. Tomás continuó su viaje por la isla, el sombrero cambiando de forma con cada paso que daba. A veces era un casco de astronauta, otras veces una corona de rey, y en momentos de incertidumbre, se convertía en un sombrero de sabio, lleno de antiguos símbolos que lo hacían sentir más seguro. Cada transformación parecía darle el coraje necesario para seguir adelante, y pronto se dio cuenta de que el sombrero no sólo le mostraba qué hacer, sino también quién debía ser en cada momento.
Al llegar al final del sendero, Tomás vio un antiguo templo cubierto de musgo y rodeado de plantas exóticas. En la entrada, había una piedra grande con inscripciones que no entendía. Miró el sombrero, que ahora era una especie de sombrero de mago, con estrellas doradas brillando suavemente.
“¿Qué debo hacer aquí?”, pensó, mientras se acercaba a la piedra. De repente, el sombrero se iluminó, y una voz susurró en su oído: “Pon tu mano sobre la piedra”.
Tomás, sorprendido, siguió el consejo del sombrero. Al tocar la piedra, una luz brillante emergió de la piedra y una puerta secreta se abrió lentamente. Con el corazón latiendo rápidamente, Tomás entró en el templo, guiado por el sombrero que ahora se transformaba en una linterna, iluminando su camino.
Dentro del templo, encontró una sala llena de antiguos artefactos y mapas, pero lo que más le llamó la atención fue una gran mesa en el centro, con una pequeña caja de madera. Al acercarse, la caja comenzó a brillar, y al abrirla, encontró un mapa antiguo que mostraba rutas misteriosas hacia otros mundos, con símbolos que sólo él parecía entender.
El sombrero, ahora transformado en una corona de explorador, parecía decirle que había encontrado algo importante. Tomás sonrió, sabiendo que había sido guiado por algo más grande que él mismo.
“Este sombrero me ha mostrado lo que soy capaz de hacer”, pensó, mientras guardaba el mapa en su mochila. “Pero lo más importante es que me ha mostrado quién puedo llegar a ser”.
Con el mapa en mano y el sombrero aún cambiando de forma según sus pensamientos, Tomás salió del templo, sabiendo que su aventura apenas comenzaba. Cada paso que daba lo acercaba más a descubrir los secretos del mundo, y ahora tenía la herramienta perfecta para hacerlo: un sombrero que le enseñaba a ser valiente, curioso y sabio.
Y así, Tomás siguió su camino, con el sombrero cambiando de forma a su lado, guiándolo hacia nuevas aventuras, siempre listo para lo que viniera.
Peques:
¿Qué lecciones creéis que Tomás aprendió al final de su aventura?
📖 ¿Quieres más historias y actividades para compartir momentos con los peques? ✨ ADEMÁS TENDRÁS la posibilidad de probar nuestra APP en su versión Beta. Únete a la Newsletter aquí: https://tucuento.eu/#Apuntate