El sapo que quería ser viento

Una tarde soleada, en el corazón de un exuberante pantano, un sapo llamado Tito se balanceaba en una gran hoja de nenúfar, observando las nubes. «Si tan solo pudiera ser como el viento», suspiró. «Libre, rápido, y siempre en movimiento». Tito había pasado toda su vida saltando de charco en charco, pero algo dentro de él anhelaba más. Quería sentir la libertad de deslizarse entre los árboles y sobrevolar el río.

De pronto, escuchó una risa suave. Era su amiga Nala, la libélula, quien lo observaba con sus ojos brillantes.
—Tito, ¿qué harías si fueras viento? —preguntó, revoloteando sobre su cabeza.
—Volaría por todo el mundo, sentiría el aire fresco en mi piel y me movería sin que nada me detuviera —respondió Tito con entusiasmo.

Nala sonrió y aterrizó en una ramita cercana.
—El viento es libre, sí, pero nunca se queda en un lugar, nunca puede disfrutar de las cosas pequeñas, como el aroma de una flor o la calidez de un buen día soleado —le explicó.
Tito frunció el ceño. No había pensado en eso.

Durante días, Tito intentó ser como el viento. Saltaba lo más alto que podía, corría por la orilla del pantano, e incluso agitaba sus pequeñas patas intentando volar. Pero después de cada intento, se encontraba exhausto y un poco frustrado. El viento era inalcanzable.

Una mañana, Tito se despertó bajo el cielo más claro que había visto en mucho tiempo. Las flores alrededor del pantano estaban en plena floración, y el aroma dulce del aire era tan envolvente que Tito cerró los ojos y respiró profundamente. «Quizás… ser un sapo no está tan mal», pensó para sí mismo.

Justo en ese momento, una bandada de pájaros pasó volando sobre él, siguiendo el viento hacia algún lugar lejano. Tito los observó con una sonrisa. Sentado en su hoja de nenúfar, se dio cuenta de algo importante: aunque no podía volar como el viento, podía disfrutar de las cosas maravillosas que lo rodeaban, cosas que el viento nunca podría apreciar, como la sensación del sol en su piel y el sonido de los grillos al anochecer.Nala aterrizó a su lado nuevamente.
—¿Todavía quieres ser viento, Tito? —preguntó con una sonrisa.
Tito miró a su alrededor, viendo las pequeñas maravillas del pantano que había olvidado por un momento.
—No, Nala. Creo que ser sapo es justo lo que necesito ser —dijo, y saltó alegremente hacia el agua, disfrutando del suave chapoteo bajo sus patas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tu cuento
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.