Era una tarde lluviosa, cuando Valeria y su hermano Leo, aburridos de estar en casa, decidieron explorar el jardín trasero.
Entre las ramas de un árbol viejo, algo brillaba débilmente. Al acercarse, descubrieron una pequeña puerta de madera que nunca antes habían visto.
—¿Qué será eso? —preguntó Leo, tocando la puerta con curiosidad.
—No lo sé, pero… ¿y si es un portal? —respondió Valeria, con los ojos llenos de emoción.
Sin pensarlo más, empujaron la puerta y, al abrirla, un resplandor azul los envolvió. Un viento suave sopló en sus rostros, y antes de que pudieran reaccionar, se encontraron en un lugar completamente diferente.
Era un mundo lleno de árboles que flotaban, montañas de colores brillantes y criaturas que nunca habían imaginado.
—¡Estamos en otro mundo! —exclamó Leo, mirando a su alrededor con asombro.
Frente a ellos, un puente de cristal se extendía hacia un horizonte lejano.
—Ese puente debe ser el camino para llegar a la ciudad de los sueños —dijo una voz suave.
Miraron a su alrededor y vieron a una pequeña hada que volaba cerca.
—Soy Mira, la guardiana del puente. Este puente conecta dos mundos: el de los humanos y el de los sueños perdidos. Solo los valientes pueden cruzarlo.
Valeria y Leo se miraron, emocionados y un poco nerviosos.
—¿Qué son los sueños perdidos? —preguntó Valeria.
—Son los sueños que la gente olvida, los deseos que nunca se cumplen y las esperanzas que se quedan atrapadas en el aire.
Si logran cruzar el puente y llegar al otro lado, podrán ayudar a muchos a encontrar sus sueños de nuevo —explicó Mira.
Sin pensarlo mucho, los niños decidieron cruzar el puente. A medida que avanzaban, el paisaje cambiaba.
El suelo se volvió de esponjosa niebla, y las estrellas comenzaban a caer como gotas de lluvia… pero no se mojaban.
—¿Cómo vamos a ayudar a los sueños perdidos? —preguntó Leo, mirando las estrellas a su alrededor.
—Cada uno de ustedes tiene un poder especial —respondió Mira—.
Valeria, tu poder es la bondad. Puedes hacer que los sueños de los demás se hagan realidad con un solo gesto amable.
Leo, tu poder es la imaginación. Puedes transformar cualquier cosa con solo pensarlo.
Valeria sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Entonces, ¿qué debemos hacer?
—Debemos encontrar los sueños perdidos y devolverlos a quienes los necesitan —dijo Mira, señalando un campo lejano donde se veían figuras buscando algo.
Al llegar al campo, Valeria y Leo vieron a una niña que parecía triste.
—¿Qué pasa? —le preguntó Valeria.
—Perdí mi sueño. Quería ser bailarina, pero nadie cree en mí —respondió la niña, mirando al suelo.
Valeria se agachó y le ofreció su mano con una sonrisa.
—Yo creo en ti. Puedes ser lo que quieras. ¿Te gustaría bailar conmigo?
La niña levantó la mirada, sorprendida.
—¿De verdad crees que puedo?
—Claro —dijo Valeria, dándole la mano.
Juntas comenzaron a bailar bajo el cielo estrellado.
Al instante, el sueño de la niña se iluminó y voló hacia el cielo, dejando una estela brillante.
—¡Lo hicimos! —dijo Leo, asombrado.
—Sí, pero aún hay muchos sueños por ayudar —dijo Mira, señalando más figuras en el campo.
Durante su viaje, los niños ayudaron a más personas a encontrar sus sueños perdidos.
Leo, con su imaginación, convirtió una roca en un jardín mágico para un niño que soñaba con la naturaleza.
Valeria, con su bondad, hizo que un niño que temía hablar en público se sintiera valiente y confiado.
Finalmente, llegaron al final del puente, donde una gran puerta de luz los esperaba.
—Han hecho un gran trabajo —dijo Mira—. Gracias por devolver los sueños a quienes los necesitaban.
Con una sonrisa, los niños cruzaron la puerta y, al instante, se encontraron de vuelta en su jardín, como si nada hubiera pasado.
Pero en sus corazones, sabían que algo había cambiado para siempre.
—¿Crees que podemos seguir ayudando, Valeria? —preguntó Leo.
—Claro que sí —respondió ella—. Podemos hacerlo todos los días, con pequeños gestos de bondad e imaginación.
El puente de cristal que conectaba dos mundos les enseñó a Valeria y Leo que los sueños no se pierden para siempre, y que la bondad y la imaginación pueden hacerlos realidad.
Aunque regresaron a su hogar, nunca dejaron de ayudar a los demás a encontrar sus sueños perdidos, demostrando que la generosidad tiene el poder de transformar vidas.
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