El pastel arcoíris gigante

En una soleada mañana de primavera, la pequeña ciudad de Risavilla estaba llena de entusiasmo. Era el día del famoso Concurso de Gigantes, una tradición en la que los niños de la ciudad competían para ver quién hacía el mejor pastel gigante. Este año, dos amigos inseparables, Timoteo y Lucas, habían decidido participar juntos.

“¡Vamos a hacer el pastel más increíble que jamás se haya visto!” exclamó Timoteo, mientras cargaba una enorme bolsa de harina. Lucas, con una sonrisa traviesa, llevaba en su cesta una montaña de frutas coloridas.

Todo parecía perfecto, pero cuando llegaron al parque, notaron que había un problema. “¡Oh, no!” exclamó Lucas. “¡Hemos olvidado traer moldes grandotes!” Timoteo también se puso nervioso. Sin moldes, los pasteles podrían terminar siendo solo puré de frutas apilado.

En ese instante, se acercó la señorita Betancourt, la amable maestra de cocina. “Veo que tenéis un pequeño dilema. Pero no os preocupéis, jóvenes chefs”, les dijo con un guiño. “Siempre hay una solución cuando pensamos juntos.”

Inspirados por sus palabras, Timoteo y Lucas decidieron buscar ayuda. Dieron un paseo por el parque, encontrándose con Clarita y Emiliano, otros dos concursantes. Emiliano sostenía un libro de recetas tan grande que parecía un mapa del tesoro. “¡Vaya!”, se rió Emiliano, “siempre llevo de más, por si acaso. ¡Podéis usar mis moldes, si me dejáis un poco de vuestra harina para el glaseado final!”

“¡Por supuesto!” exclamaron Timoteo y Lucas al unísono. Así, decidieron trabajar juntos como un equipo. Clarita, que era muy creativa, propuso hacer un pastel arcoíris, usando las frutas de Lucas para decorarlo.

Horas más tarde, el parque estaba lleno de dulces aromas y colores vibrantes. Los niños trabajaban felices, intercambiando ingredientes y consejos. El pastel comenzó a tomar forma: una obra maestra de capas de colores que brillaba bajo el sol.

Finalmente, llegó el momento de la degustación. Todos los pasteles eran bellos, pero el pastel arcoíris de Timoteo, Lucas, Clarita y Emiliano se destacó por su tamaño y creatividad. La señorita Betancourt, actuando como jueza, probó cada pastel mientras los niños esperaban ansiosos.

Con una gran sonrisa, la maestra concluyó: “Este pastel no solo es delicioso, sino que también es un ejemplo de cómo trabajar juntos puede dar los mejores resultados. ¡Felicidades a todos! Ganáis el premio por el mejor trabajo en equipo.”

Timoteo, Lucas, Clarita y Emiliano compartieron el trofeo, pero lo más importante fue la nueva amistad que nació aquel día. Habían aprendido que, a veces, compartir y colaborar podía ser la verdadera victoria.

🌟 Peque:

¿Te gustaría hacer un pastel gigante con tus amigos?, ¿cómo sería?

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