El monstruo que no quería dormir 

Había una vez, en un rincón lejano del mundo, un pequeño monstruo llamado Miko. Miko no era como los demás monstruos. Mientras todos sus amigos disfrutaban de las noches oscuras, él temía la oscuridad más que nada en el mundo. Su cuerpo verde y peludo brillaba en la luz, pero en la oscuridad… ¡se sentía invisible, pequeño y asustado!

Cada vez que llegaba la noche, Miko se escondía debajo de su manta de estrellas. «¿Por qué no puedo ser como los demás?», se lamentaba. «Ellos juegan a esconderse en la oscuridad y a hacer ruidos extraños. Pero yo… yo solo quiero que amanezca.»

Una noche, después de una larga jornada de juegos, todos los monstruos se prepararon para dormir. Miko, como siempre, no podía cerrar los ojos. Se levantó sigilosamente de su cama y caminó hacia el borde del bosque, donde la oscuridad era más profunda.

“¿Por qué la oscuridad me da miedo?”, se preguntaba, mirando las sombras que se estiraban como largos brazos de criaturas invisibles. De repente, escuchó un sonido suave, como un susurro. “¿Quién anda por aquí?”, preguntó Miko, mirando alrededor.

De entre los árboles, salió una pequeña luciérnaga llamada Hada. Su luz titilaba suavemente, iluminando el camino. “Hola, Miko. ¿No puedes dormir?”, le preguntó Hada con una voz suave.

Miko suspiró. “Es que… tengo miedo de la oscuridad. Todo se ve tan diferente cuando no hay luz.”

Hada sonrió y voló cerca de él. “¿Sabías que la oscuridad no es tan mala? Es sólo un espacio para descansar y soñar. ¿Te gustaría ver el bosque de noche conmigo? Yo te mostraré lo que hay en la oscuridad.”

Miko dudó, pero la luz de Hada era tan cálida y acogedora que decidió seguirla. Juntos caminaron por el bosque, y Miko se sorprendió al ver que, aunque la oscuridad era densa, no estaba vacía. Los árboles susurraban al viento, las hojas crujían bajo sus pies y los grillos cantaban canciones suaves.

“¿Ves? La oscuridad tiene su propia magia”, dijo Hada mientras guiaba a Miko hacia un claro en el bosque. Allí, miles de luciérnagas danzaban en el aire, creando un espectáculo de luces diminutas que hacían brillar el suelo como si fuera un tapiz de estrellas.

Miko, asombrado, miró alrededor. “¡Nunca había visto algo tan bonito! La oscuridad no es tan aterradora después de todo.”

Hada asintió. “La oscuridad es sólo el momento en que el día se duerme para dar paso a los sueños. Y no hay nada que temer cuando estamos juntos.”

Miko sonrió, sintiéndose más valiente. “¡Tienes razón! La oscuridad no es mala, sólo es diferente. Y ahora sé que no estoy solo.”

Esa noche, Miko no volvió a tener miedo de la oscuridad. Cada vez que llegaba la noche, él se sentaba bajo el cielo estrellado, escuchando los susurros del bosque y mirando las luces de las luciérnagas. Ya no necesitaba esconderse bajo su manta de estrellas, porque había aprendido que la oscuridad no era su enemiga, sino su amiga.

Y así, Miko descubrió que, a veces, las cosas que más tememos son sólo una oportunidad para descubrir algo hermoso y nuevo.

Peques:

¿Qué os ha gustado más de la historia de Miko? 

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