¡El desierto está triste!

–¡Plof! ¡Plof!– gruñó Camilo, el camello más joven, mientras se desplomaba en la arena del desierto.

–¿Qué te pasa, amigo? –preguntó Baltasar, acariciándole el lomo con preocupación.

–No puedo más, mi barriga duele y mis patas están pesadas –respondió Camilo con voz débil.

A lo lejos, Melchor y Gaspar también estaban ocupados con sus camellos, que no dejaban de estornudar. Los tres Reyes Magos se miraron preocupados: ¿cómo iban a repartir los regalos si sus fieles compañeros no podían moverse?

En el pueblo cercano, una niña llamada Sara estaba terminando de escribir su carta a los Reyes cuando vio a lo lejos una nube de polvo. Corrió hacia el lugar y encontró a los Reyes Magos cuidando de sus camellos.

–¡Sara, necesitamos ayuda! –dijo Baltasar al verla–. Nuestros camellos están enfermos y no sabemos qué hacer.

Sara examinó el área y se llevó las manos a la cabeza. ¡Había trozos de plástico, bolsas y latas por todas partes! De inmediato, corrió a buscar a sus amigos del pueblo: Luis, que era experto en reciclar, y Clara, que siempre tenía ideas brillantes.

–Si los camellos comieron esta basura, ¡tenemos que limpiar el desierto y ayudarles! –dijo Clara, recogiendo un trozo de plástico. Los niños organizaron un plan. Cada uno se encargó de una tarea: Luis lideró un grupo para recoger la basura, Clara ideó una forma de purificar el agua del oasis, y Sara cuidó a los camellos junto a los Reyes Magos.

–¡Mira esto! –exclamó Luis, sacando una bolsa llena de plásticos–. ¡Es una montaña de desechos!

Mientras tanto, Sara notó que Camilo seguía débil. Recordó que su abuela solía preparar un té especial con plantas medicinales. Con la ayuda de los Reyes, buscó en el desierto las hierbas necesarias y preparó una bebida para los camellos. Poco a poco, los camellos comenzaron a sentirse mejor. Camilo incluso dio un pequeño brinco, feliz de que su barriga ya no doliera. Sin embargo, el trabajo no terminó ahí. Clara sugirió que plantaran arbustos y cactus resistentes para ayudar a restaurar el ecosistema del desierto.

–Si cuidamos el desierto, no sólo evitaremos que los camellos se enfermen, sino que también ayudaremos a los animales y plantas que viven aquí –dijo Clara, mientras cavaba un hoyo para plantar un cactus. Los niños del pueblo se unieron a la causa. Hicieron carteles para concienciar a los viajeros sobre la importancia de no tirar basura y organizaron talleres para enseñar a reciclar y reutilizar materiales. Los Reyes Magos, impresionados por el esfuerzo de los niños, también quisieron contribuir. Con la ayuda de su magia, crearon un pequeño oasis adicional cerca del pueblo, donde los animales podrían beber agua limpia y descansar sin peligro. Una noche, cuando el desierto estaba más tranquilo y limpio que nunca, los Reyes Magos se prepararon para partir. Los camellos, llenos de energía, parecían tan felices como sus dueños. Antes de irse, Baltasar se dirigió a los niños: –Gracias a vosotros, no sólo hemos salvado a nuestros camellos, sino que también hemos aprendido la importancia de cuidar nuestro mundo. Este desierto ya no está triste, y es gracias a vuestro esfuerzo y amor.

Mientras los camellos avanzaban hacia el horizonte, Sara, Luis y Clara miraron el desierto con orgullo. Sabían que habían hecho algo grande, no sólo por los Reyes Magos, sino también por el planeta entero. Desde ese día, el pueblo cercano al desierto se convirtió en un ejemplo de cuidado ambiental.

Peques:

¿Qué haríais vosotros para cuidar el planeta?

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