El conejo y el viento


En un valle tranquilo, rodeado de montañas altas y cubierto de verdes praderas, vivía un conejo llamado Bruno. Bruno era rápido, quizás el más rápido de todos los animales del bosque, y estaba muy orgulloso de ello. Le encantaba correr por los campos, saltar entre los arbustos y sentir el aire acariciando sus largas orejas.

Un día, mientras se pavoneaba delante de sus amigos, un fuerte viento sopló desde las montañas, despeinando su pelaje. «¡Vaya, qué viento tan molesto!», se quejó Bruno, mientras sacudía sus orejas. «Nada ni nadie puede correr más rápido que yo, ni siquiera este viento.»

El viento, que lo había escuchado, comenzó a silbar entre los árboles. «¿De verdad crees que eres más rápido que yo?», preguntó con una voz suave pero poderosa. Bruno, con una sonrisa desafiante, respondió: «Por supuesto, ¡soy el más veloz de este valle! No hay nada que me alcance.»

El viento, curioso y un poco divertido, decidió poner a prueba a Bruno. «Muy bien, pequeño conejo. Te propongo un reto. Si puedes correr más rápido que yo hasta la cima de la montaña, te proclamaré el rey de la velocidad. Pero si pierdes, tendrás que reconocer que no siempre se trata de ser el más rápido.»

Bruno, confiado en su agilidad, aceptó de inmediato. «¡Acepto tu desafío, viento! Prepárate para perder.»

A la mañana siguiente, los animales del valle se reunieron para ver la gran carrera. La ardilla, el zorro, los pájaros y hasta las tortugas habían venido a presenciar la competencia. El viento empezó a soplar con fuerza, levantando hojas y polvo. «Cuando sientas mi primer soplido, comenzamos», dijo el viento.

Bruno se preparó, tensando sus patas traseras, listo para saltar en cuanto el viento diera la señal. Y entonces, con un suave silbido, la carrera comenzó. El conejo salió disparado, saltando entre los arbustos, esquivando piedras y subiendo colinas. Sus patas eran tan rápidas que apenas tocaban el suelo.

El viento, sin embargo, no se apresuró. Comenzó a soplar suavemente, rodeando los árboles y acariciando las flores. A medida que Bruno avanzaba, empezó a sentirse cansado. Había corrido con todas sus fuerzas desde el principio, confiado en que su velocidad sería suficiente para vencer. Pero la montaña era más alta de lo que pensaba.

Mientras subía más y más, el viento empezó a ganar velocidad. Soplaba entre las rocas y los árboles, empujando a Bruno hacia atrás. «¡No es posible!», gritó Bruno, jadeando. «¡Tengo que ser el primero!»

El viento, que ahora había aumentado su fuerza, siguió avanzando con calma. Bruno, por su parte, empezó a sentir el cansancio en sus patas. Cada paso se hacía más pesado, y por primera vez en su vida, el conejo se preguntó si realmente podría ganar.

Finalmente, cuando Bruno llegó a la cima de la montaña, el viento ya estaba allí, soplando suavemente entre las rocas. Los animales del valle aplaudían desde abajo, pero Bruno no podía creer lo que veía. Había perdido.

«¿Cómo es posible?», preguntó el conejo, con las orejas caídas y el corazón acelerado. «Corrí tan rápido como pude.»

El viento, con una voz suave y serena, le respondió: «No siempre se trata de quién va más rápido, Bruno. A veces, lo importante es saber cuándo avanzar con calma y cuándo acelerar. Yo fui constante, sin gastar todas mis fuerzas al principio. Mientras que tú, en tu prisa por ganar, te agotaste antes de tiempo.»

Bruno, reflexionando sobre lo que había sucedido, se dio cuenta de que el viento tenía razón. «He aprendido una lección muy valiosa hoy. No siempre el más rápido es el que llega primero. La paciencia y la constancia también son importantes.»

Desde aquel día, Bruno siguió corriendo por el valle, pero ya no solo para demostrar su velocidad. Ahora, se detenía a disfrutar del camino, a escuchar el susurro del viento entre los árboles y a apreciar la belleza del bosque.

Y cada vez que el viento soplaba, Bruno sonreía, recordando aquella carrera y la lección que aprendió en la cima de la montaña.

Tu cuento
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.