Cuando la luna desapareció

En la tranquila aldea de Lunaria, cada noche, la luna colgaba del cielo iluminando con su suave brillo plateado. Pero una mañana, los habitantes despertaron y notaron algo alarmante: la luna había desaparecido. El cielo nocturno estaba vacío y oscuro.

«¡Esto no puede ser!», exclamó Tino, un pequeño ratón detective con un sombrero de copa y una lupa inseparable. «¡Debemos encontrarla antes de que la noche caiga de nuevo!»

Tino corrió a la plaza del pueblo, donde la abuela Nena tejía una manta con hilos dorados. «Abuela, ¿has visto la luna? ¡Ha desaparecido y la necesitamos de vuelta!» La abuela, con su voz suave como el susurro del viento, respondió: «He oído rumores de que la luna se esconde en la cueva del Bosque de los Ecos. Los árboles hablan de un misterioso ladrón.»

Decidido, Tino se armó de valor y se adentró en el Bosque de los Ecos. Los árboles, altos y sabios, crujían suavemente al moverse con el viento. «¡Hola, amigos!», saludó Tino a un grupo de mariposas que revoloteaban alrededor de un arbusto. «¿Han visto dónde está la luna?»

Una mariposa de alas doradas se acercó y dijo: «Hemos oído que el Zorro de las Sombras la ha atrapado. Vive en lo profundo de la cueva.»

Con la información fresca en su mente, Tino siguió su camino, atravesando flores que danzaban al ritmo de la brisa. Tras unos minutos, se encontró frente a la cueva oscura y misteriosa. «Aquí es donde debe estar», murmuró para sí mismo.

Al entrar, Tino sintió un escalofrío recorrer su espalda. «¿Quién ha tomado la luna?», preguntó, su voz resonando como un eco en las paredes rocosas. De repente, una risa suave, casi musical, llenó el aire. «¿Quién osa perturbar mi descanso?»

Era el Zorro de las Sombras, un zorro de pelaje plateado y ojos brillantes que destellaban como estrellas. «He tomado la luna para iluminar mis historias. Ahora tengo el cielo entero solo para mí», explicó con un guiño.

Tino miró al zorro y reflexionó un momento. «¿Y si devolvemos la luna al cielo pero hacemos algo especial para ti? Podrías usar su luz durante ciertas noches para tus cuentos, y el resto del tiempo ella brillaría para todos.»

El zorro, intrigado, reflexionó. «Eso suena justo. Pero solo si me prometes que la aldea también escuchará mis historias.»

«¡Hecho!», dijo Tino.

Juntos, llevaron la luna de vuelta al cielo, donde volvió a brillar majestuosa. La gente de Lunaria miraba con asombro mientras el cielo recuperaba su resplandor. «¿Qué sucedió, pequeño detective?», preguntó la abuela Nena.

«El Zorro de las Sombras solo quería ser parte de algo especial», explicó Tino. «Ahora, compartiremos la luna y sus historias.»

Esa noche, bajo el regreso triunfal de la luna, el Zorro narró historias de sombras y luces, llenando el aire con risas y maravillas. Lunaria nunca había estado tan viva.

Con una sonrisa, Tino miró al cielo y murmuró: «A veces, encontrar algo perdido nos enseña el valor de compartir.»

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