Noé dice no

Había una vez, en un rincón tranquilo del bosque, un pequeño cuerpoespín llamado Noé. Noé era amable, servicial y querido por todos los animales. Si alguien necesitaba ayuda, Noé siempre decía que sí.

—¿Me ayudas a recolectar nueces? —le pedía la ardilla Lila.

—Por supuesto —respondía Noé, aunque ya estuviera cansado.

—¿Puedes cuidar a mis crías esta tarde? —le rogaba la liebre Mora.

—Claro, cuenta conmigo —decía, aunque tuviera planes de descansar.

Noé sentía que si decía que no, los demás dejarían de quererlo. Así que decía sí, una y otra vez.

Con el tiempo, empezó a sentirse agotado. Su espalda le dolía de cargar cosas, su tiempo se esfumaba, y su corazón se llenaba de frustración.

Un día, mientras ayudaba al tejón Timo a reparar una presa, una astilla se le clavó en la pata. El dolor lo hizo detenerse por primera vez en semanas. Se sentó junto al río, con la pata herida, y suspiró.

—¿Por qué siempre tengo que decir que sí? —murmuró.

Fue entonces cuando apareció la búha Alma, la más sabia del bosque.

Observó al pequeño cuerpoespín y, con voz suave, le preguntó:

—¿Qué te ocurre, Noé?

Él le contó todo: cómo quería agradar a todos, cómo temía decepcionarlos si se negaba, y cómo ya no podía más.

Alma lo escuchó con atención y luego le dijo:

—Decir que no no es egoísmo. Es respeto por ti mismo.

Noé frunció el ceño.

—¿Y si los demás se enojan?

—Al que te aprecia de verdad, no le molestará que cuides de ti —dijo Alma—.

Decir no, cuando es necesario, también es un acto de amor. No se trata de rechazar a los otros, sino de reconocer tus propios límites.

Noé lo pensó durante días. Cuando Lila le pidió ayuda al día siguiente, él respiró hondo y dijo:

—Hoy no puedo, necesito descansar.

Lila abrió los ojos, sorprendida, pero luego sonrió:

—¡Está bien, Noé! Te lo agradezco igual.

Poco a poco, Noé aprendió a medir sus fuerzas y a elegir cuándo ayudar y cuándo decir no.

Al principio fue difícil. Algunos animales no lo entendían.

Pero otros lo admiraron por su sinceridad. Incluso Mora, que siempre contaba con él, empezó a buscar otras soluciones y le agradeció por enseñarle a ser más independiente.

Noé descubrió que, al cuidar de sí mismo, tenía más energía, más alegría…

y sus «sí» valían más, porque eran sinceros.

Desde entonces, los animales del bosque empezaron a hablar más honestamente entre ellos.

Aprendieron que decir no no era un problema, sino una forma de ser claros y auténticos.

El bosque se volvió un lugar donde todos se ayudaban, sí, pero también se respetaban.

🌟 Preguntas para los pequeños lectores:

🦔 ¿Te ha pasado alguna vez que dijiste que sí aunque no querías?

🗯 ¿Qué cosas te gustaría aprender a decir “no” sin miedo?

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