El Secreto de Mamá

Martina tenía seis años y medio —porque, según ella, el “medio” contaba mucho—. Vivía en una casa amarilla con tejas rojas, donde los días olían a sopa caliente y los abrazos sabían a magia. Su mamá parecía una mamá normal: cocinaba cosas ricas, encontraba calcetines perdidos y curaba chichones con un beso en la frente.

Pero un domingo cualquiera, mientras jugaba a los exploradores en el armario, todo cambió.

Empujó una caja, se metió entre abrigos, y de pronto…

—¡Zas! —exclamó con los ojos brillando—. ¡Una puerta secreta!

Detrás de ella, encontró un baúl cubierto de polvo. Tenía una etiqueta que decía: “Cosas de mamá — ¡No abrir!”

Martina, por supuesto, lo abrió.

Dentro había cosas muy raras:

✨ Una capa

✨ Una varita con purpurina

✨ Y una carta arrugada que decía: “Instrucciones para mamás mágicas”

—¿¡Mamá es… mágica!? —susurró, con la boca abierta.

Justo entonces, su mamá entró en la habitación.

—¿Qué haces, peque?

Martina la miró como si acabara de descubrir un tesoro.

—¡Encontré tu secreto! —gritó, levantando la varita—. ¿¡Eres una maga!? ¿¡Una superheroína!?

Su mamá sonrió y se sentó junto a ella, acariciándole el cabello.

—Bueno… no exactamente. Pero sí, hago un poco de magia. Todas las mamás la hacen.

—¿De verdad? —preguntó Martina, intrigada.

—¿Recuerdas cuando te daba miedo dormir sola, y puse un frasco con “polvo de sueños” junto a tu cama?

—¡Sí! ¡Esa noche soñé con unicornios y castillos de helado!

—Y cuando perdiste tu peluche y apareció debajo de tu almohada… ¿quién crees que lo puso ahí?

Martina se tapó la boca.

—¡Fuiste tú! ¡Con tu magia!

Su mamá rió bajito.

—Mi magia no lanza rayos ni convierte sapos. Pero sirve para abrazar muy fuerte, para curar con un beso, para espantar miedos y secar lágrimas.

Martina la abrazó tan fuerte como si fuera su peluche favorito.

Desde aquel día, Martina empezó a notar todas las cosas mágicas de mamá:

Sus besos curaban rodillas raspadas.

Sus canciones espantaban las pesadillas.

Sus abrazos hacían desaparecer cualquier tristeza.

Un día, mientras dibujaba, escribió con rotulador rojo:

“Mamá, tienes superpoderes invisibles que me hacen feliz cada día.”

Pegó el dibujo en la nevera. Cuando su mamá lo leyó, se quedó muy quieta, con los ojos brillando como si alguien le hubiese regalado una estrella.

Peque: ✨ ¿Cuál es el poder mágico de tu mamá? ✨

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