Juntos hasta la cima

En una selva llena de árboles gigantes y flores de todos los colores, vivían dos amigos muy diferentes: Trompitas, un elefante grande y fuerte, y Brillito, un colibrí pequeño y rápido como un destello. A pesar de sus diferencias, les encantaba pasar el día juntos, explorando y jugando.

Un día, mientras descansaban junto al río, Trompitas miró hacia la Montaña Mágica, la más alta de toda la selva. Su cima siempre estaba cubierta de nubes y decía la leyenda que quien llegara primero podía pedir un deseo muy especial.

—Brillito —dijo Trompitas con emoción—, ¿te gustaría hacer una carrera hasta la cima de la Montaña Mágica? El primero que llegue gana.

Brillito revoloteó con sus alas brillantes y respondió con una sonrisa pícara:

—¡Claro que sí, Trompitas! Soy pequeño, pero veloz. Seguro que llego primero.

Trompitas rió y dijo:

—Y yo soy grande y fuerte. No me subestimes. ¡Que gane el mejor!

La carrera comenzó temprano, cuando el sol apenas despertaba. Trompitas dio un gran paso con sus patas enormes y empezó a subir la montaña con mucha energía. Brillito, con sus alas rápidas, voló hacia arriba esquivando ramas y flores con destreza.

Al principio, todo parecía fácil. Trompitas avanzaba con pasos firmes y Brillito volaba ligero entre los árboles. Pero a medida que la montaña se hacía más empinada, Trompitas empezó a cansarse. Las piedras estaban resbalosas y su gran cuerpo le costaba moverse entre las rocas.

—¡Uf! —jadeó—. Esto es más difícil de lo que pensé.

Mientras tanto, Brillito también enfrentaba problemas. El viento comenzó a soplar fuerte y sus alas tan pequeñas tenían dificultades para mantenerse en el aire. Además, las ramas estaban muy juntas y le costaba encontrar el camino correcto. Más de una vez chocó contra una hoja o una rama y se perdió por unos minutos.

—¿Dónde está el camino? —se preguntó, un poco confundido.

Después de un rato, Trompitas escuchó un zumbido familiar y vio a Brillito posarse en una rama cercana, cansado y preocupado.

—Parece que ninguno de los dos puede hacerlo solo —dijo Trompitas—. ¿Qué te parece si lo intentamos juntos?

Brillito asintió con alegría:

—Sí, tú puedes ayudarme con las partes difíciles y yo puedo volar adelante para encontrar el mejor camino.

Así que Trompitas se agachó un poco para que Brillito pudiera posarse en su espalda. Con el colibrí como guía y el elefante como fuerza, comenzaron a subir nuevamente.

Brillito volaba muy atento, buscando el sendero más seguro y señalando con su pico las zonas resbalosas o las ramas bajas. Trompitas, con su tamaño y fuerza, levantaba las patas con cuidado para que no tropezaran, y cruzaba los lugares complicados para que el pequeño colibrí no tuviera que esforzarse demasiado.

En un momento, llegaron a un río que bloqueaba el camino. Trompitas no sabía nadar muy bien en aguas rápidas, y Brillito no podía volar muy lejos por el viento. Entonces, Trompitas usó su trompa para levantar al colibrí y juntos cruzaron la corriente con cuidado.

Más adelante, en una parte muy empinada y rocosa, Trompitas se quedó sin fuerzas y casi se cae. Pero Brillito, desde el aire, le animó:

—¡Vamos, Trompitas! Estoy aquí contigo.

Y Trompitas siguió adelante, sintiendo que no estaba solo.

Finalmente, después de mucho esfuerzo y trabajo en equipo, llegaron a la cima de la Montaña Mágica. Miraron el paisaje desde arriba: podían ver toda la selva, el río, y el sol brillando en el horizonte.

—¡Lo logramos! —exclamó Trompitas, feliz—. Juntos somos invencibles.

—Sí —dijo Brillito—, trabajando en equipo, todo es posible.

Esa noche, mientras descansaban bajo las estrellas, entendieron que sus diferencias no eran una desventaja, sino su mayor fuerza cuando estaban unidos.

Y desde entonces, Trompitas y Brillito enfrentaron todas sus aventuras juntos, porque sabían que la verdadera magia está en ayudarse y confiar el uno en el otro.

Peques: