HabÃa una vez, en un pequeño y colorido pueblo, un gato llamado Félix. Pero Félix no era un gato común. Además de ser muy astuto, tenÃa un par de botas rojas brillantes y una gran pasión por hacer sonreÃr a los demás.
Un dÃa, mientras paseaba por el mercado, escuchó una conversación preocupada entre varios animales. El gran arco iris, que siempre iluminaba el cielo después de la lluvia, habÃa desaparecido. Sin él, todo parecÃa apagado, como si el pueblo hubiera perdido su alegrÃa.
Félix, con su mirada curiosa y su sonrisa traviesa, se acercó al grupo y dijo: —¡No os preocupéis! Si trabajamos juntos, ¡podremos traer de vuelta el arco iris!
—¿Pero cómo? —preguntó la tortuga, que siempre necesitaba un poco más de tiempo para entender las cosas.
—¡Con colores! —respondió Félix—. Cada uno de nosotros tiene algo especial que puede llenar el mundo de color.
Al principio, los animales se miraron con duda. Pero pronto, la esperanza comenzó a brillar en sus ojos.
Félix organizó una gran fiesta de colores en el campo e invitó a todos los animales del pueblo. Cada uno debÃa traer algo que aportara un color único.
La vaca trajo su leche fresca. El conejo, con sus orejas largas, apareció con un saco lleno de zanahorias naranjas y crujientes. El loro recolectó muchas de sus plumas rojas y verdes. El zorro trajo un puñado de moras jugosas de un púrpura intenso. El erizo, que siempre estaba escondido, trajo pequeñas piedras brillantes de un gris plateado. La abeja, como siempre diligente, trajo polen amarillo y dorado. Y la ardilla, ágil como el viento, trajo nueces marrones.
Félix, emocionado, mezcló todos los colores con sus patas mientras danzaba con sus botas rojas.
Y entonces, algo mágico sucedió: el cielo comenzó a transformarse. Primero un destello, luego una lÃnea, y finalmente… ¡el arco iris! Más grande, más brillante y más hermoso que nunca.
Los animales se quedaron boquiabiertos. HabÃan logrado algo increÃble, juntos.
—¿Veis? —dijo Félix con una sonrisa enorme—. Cada uno de nosotros trajo algo único. Cuando unimos nuestras diferencias, creamos maravillas.
Desde entonces, el pueblo de Félix nunca volvió a estar gris. Porque entendieron que la verdadera magia está en compartir lo que uno tiene, en unir corazones y colores. Y cada vez que aparecÃa un arco iris, todos recordaban la fiesta que lo trajo de vuelta.
Y Félix, el gato con botas rojas, siguió soñando, ayudando y recordando a todos que, cuando se trabaja en equipo, hasta el cielo puede cambiar.
Preguntas para los pequeños lectores
- Si fueras uno de los animales, ¿qué color o cosa especial traerÃas para ayudar a crear el arco iris?
- ¿Alguna vez has tenido que trabajar con otros para lograr algo importante? ¿Cómo te sentiste?
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